Nuestros Viajes

Atravesando la gran estepa hasta Ulan Bator.

Subieron de nuevo al bus estando en tierra de nadie para, unos metros más adelante, volver a bajar otra vez con sus mochilas, entrar en el puesto del lado mongol y declarar que no llevaban más de diez mil dólares en metálico, ni ningún tipo de droga, pero, sobre todo, objetos prohibidos, tales como, navajas, pistolas, granadas o ballestas con sus flechas. Después pasaron por la ventanilla de inmigración donde les miraron el pasaporte, la visa, la foto, su cara y de nuevo la foto para comprobar que todo estaba en regla y poder dejarles pasar con otro sello más en su haber.

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Cuando salieron por la puerta de aquella estancia, ya pisaban suelo Mongol. “Mira Juan, un cajero”. Ambos fueron directos a sacar dinero; al poco llegaba Jin sonriente – “How is the cambio de moneda en la máquina? He leído que luego, en el bus, subirá alguien para cambiar a buen precio” – “Si, también lo hemos leído pero al ver el cajero he pensado que iba a ser mejor y menos lío. Pero quién sabe”. Efectivamente, cuando todos los pasajeros estaban de nuevo en el bus acomodados, subieron unas cuatro mujeres blandiendo un fajo de billetes locales, Tugriks, formando un buen guirigay gritando como el que vende fruta en el mercado.

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“¡¡¡Change, Change, Tugriks, dollars, Rublos, Change now!!!” – “Sólo les falta decir, ¡Calentitos recién sacados del banco!” – Bromeaba Juan – “Pues cambian Rublos, a ver si nos cogen los billetes que tenemos aún” – Dijo Tania entre risas.

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Dicho y hecho, les cambiaron los pocos rublos que les quedaban menos los que se guardaban siempre, de cada país, como recuerdo. Cuando una de las mujeres hubo acabado de cambiar moneda sacó, de una mochila que había subido al bus, unas blusas y empezó a enseñarlas para venderlas “Juan ¿qué tiene esa mujer dentro de la oreja?” – Dijo Tania refiriéndose a esa “cambiadora-de-moneda/vendedora-de-moda-mongola” que estaba lidiando con las pasajeras que tenían delante – “Pues no sé parece un chicle, pero supongo que será un tapón para el oído” – Dijo Juan sin estar muy convencido sobre lo del tapón. Pasó un buen rato y la mujer seguía de cháchara y cada vez se veía más claro que de tapón nada – “¡ES UN CHICLE! Eso si que es un “Paluego” ” – Dijo Juan y se partieron de risa ambos. Cuando la mujer acabó el negocio con las pasajeras, guardó las blusas que no vendió cogió el chicle, se lo metió en la boca y se bajó del bus mascando. “Si hace eso con el chicle, no quiero ni imaginar qué hará con la ropa interior” – Continuó Tania con la gracia y volvieron a reír.

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Tras una pequeña parada para comer, en la que repararon en la decoración tan especial que tenía el volante y la palanca de cambio,

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continuaron la marcha por las larguísimas carreteras que transcurrían entre kilómetros y kilómetros de nada, de una estepa árida, bañada por unos rallos de sol que iban cayendo poco a poco dándole a todo un color rojizo que, junto con una nube pasajera en el horizonte descargando agua, creaba una postal increíble.

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Todo transcurría con normalidad, circulaban por una carretera tranquila, sin muchos vehículos cruzándose en su camino pero al ir acercándose a Ulan Bator el tráfico iba aumentando a pasos agigantados.

Ulan Bator se fundó allá por el mil seiscientos y algo como centro de monasterios budistas pero no sería hasta el Siglo XX que se convertiría en la fea ciudad que es hoy en día.

Llegaron a la estación de autobuses, conocida como Dragón bajo una ligera pero molesta lluvia en la recién caída noche. “What is tu hotel Jin?” – Le preguntó Juan mientras se preparaban para bajar del bus. Iba a un hotel que por lo visto era bastante conocido por los mochileros y que estaba cerca del de ellos. “We can ir juntos hasta allá” – Continuaba Juan tras la respuesta de Jin. Según un WhatsApp que le había mandado la noche anterior Jesús a Juan, que estaría alojado en el mismo hotel que Jin, debían cruzar la carretera y coger el primer bus de línea que pasara en dirección a la plaza de Ginggis Khan. Lo de cruzar la carretera parecía una aventura en sí misma por la cantidad de tráfico que había y la cantidad de gente avasallándoles con una palabra que siempre repetían dos veces – “¡Taxi, Taxi!”. “¿Nuestro hotel se llamaba Zaya, no Tania?” , “Si, Zaya” – Afirmaba Tania – “¡Zaya! ¡ahí pone Zaya!” – Exclamaba Tania al ver un hombre sujetando un cartel con el nombre del hotel entre la multitud. Se acercaron los tres a dicho señor y junto a él había una chica inglesa que también se dirigía al Zaya. Según parecía, el hotel les había mandado un coche a recogerles, lo cual fue todo un detalle. “Jin, Zaya´s Hotel nos ha enviado un coche para recogernos, tú di que también tienes una reserva allí y te vienes en el coche con nosotros” – Le dijo Juan por lo “bajinis”. El conductor les miró con extrañeza, como pensando en que sólo le habían dicho que recogiera a tres, y eran cuatro, pero al instante hizo un gesto de indiferencia y les llevó hasta el coche. El mero hecho de salir del parking de la estación de bus ya era empresa complicada pero, el conductor, que mostraba arrugas y canas en su experiencia al volante, fue sacando el morro del vehículo, con el intermitente parpadeando como si no hubiera mañana, a la vez que pitaba y sacaba la mano por la ventanilla para pedir paso. Llegaron al hotel bastante rápido teniendo en cuenta lo atascada que estaba esa interminable recta que cruzaba la ciudad de un extremo a otro. Jin se marchó a su hotel andando tras darse los contactos con la intención de cuadrar para ir juntos a algún sitio en un par de días, cuando ellos hubiesen acabado con los trámites para el visado chino.

“¡Buah! qué GuestHouse más guapa!” – Exclamaba Juan cuando se hubieron instalado. La GuestHouse estaba llevada por gente muy amable y simpática que les explicaron con detalle cómo funcionaba todo. “Es una pena que no tuvieran libre más que esta noche” – Decía Tania arrugando la nariz. Cuando fueron a pagar la habitación, estuvieron hablando con el dueño acerca de cómo era la ciudad; hizo hincapié en que tuvieran cuidado con los carteristas, tanto adultos como chavales y, ya que estaban preguntándole cosas, aprovecharon para preguntar por la embajada China – “Sorry but, la embajada China, a parte de estar cerrada hasta el lunes que viene por fiestas nacionales…” – Empezó a decirles el jefe – “…ya no expide visados para extrajeron no residentes en Mongolia” – Terminando con estas palabras les dejaba con la boca abierta. Aquella noticia les calló como un jarro de agua helada, les rompía todos los planes además de no saber qué hacer con el billete de salida de China que ya tenían comprado pues era un requisito imprescindible para que les dieran el visado.

“¡Menuda jodienda!” – Decía Juan ya en la habitación mientras Tania buscaba información en la web de la embajada China – “Pero es que en la web no dicen nada de eso ¡malditos chinos!” – Exclamaba Tania con un cabreo más que comprensible – “A ver qué coño hacemos Tania, si pudiéramos cambiar el vuelo de salida o que nos devuelvan la pasta bueno pero sino, nos los comemos con papas y no nos quedaría otra que buscar un vuelo a Japón y…” – “¡Mira!” – Le interrumpió para enseñarle lo que acaba de encontrar en un blog. Era la foto de un hombrecillo uniformado de guarda de seguridad, sujetaba un folio escrito a mano en el que ponía, en mongol e inglés , que la embajada China no expedía más visados a extranjeros no residentes – “Esto es de hace un par de días y dice que no pudieron pedir la visa” – “Creo que lo mejor es que vayamos mañana y preguntemos…” – “Mañana está cerrado” – “¡Mierda es verdad!” –  El teléfono de Juan vibró sobre la mesa. Era un mensaje de Jesús, preguntándoles si iban a ir a la embajada al día siguiente. Le respondieron de inmediato con las noticias que tenían sobre el tema y él propuso ir de todas formas para que le informaran de primera mano pese a que les hubieran dicho que estaría cerrado, en la web tampoco decía nada al respecto. Por no seguir mareando, decidieron quedar con él e ir los tres a preguntar. El asunto les hacía devanarse los sesos de tamaña manera, lo único que les ayudó a no pensar más en el tema, fue el rugir de sus tripas demandándoles algo de alimento. Salieron a cenar pero, la comida tradicional de Mongolia no era algo que brillase por su variedad, o al menos eso tenían entendido. Todo se basaba en carne: de cerdo, pollo, ternera… y su especialidad, el cordero todo en salsa y acompañado de arroz. Estaban un poco hambrientos y lo que menos le apetecía era calentarse la cabeza con nuevas comidas y menos de carne, ya tendrían tiempo de probarlas más adelante. Una pizza y una ensalada fueron la mejor de las elecciones para esa noche.

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A las ocho y poco de la mañana abrían los ojos con ganas de disfrutar de un buen desayuno que les dieron en la Guesthouse – “A ver que nos dicen en la embajada, si está abierta claro” – Comentó Juan con la boca llena – “¡Ostras Juan! que tenemos que dejar este hotel hoy y entrar al otro” – “¡Ay va! es verdad, voy a avisar a Jesús para quedar más tarde con él y nos cambiamos ahora”. Le enviaron un par de mensajes a Jesús que no respondió. Siguieron con los preparativos para salir y justo cuando estaban poniéndose las mochilas Jesús les contestó que se había quedado dormido y que le venía bien quedar más tarde.

Tras comprar una tarjeta SIM para disponer de internet, se encaminaron en dirección al otro hotel – “Según el mapa del móvil, el hotel tiene que estar por aquí” – Comentaba Tania mirando a un edificio rosa y blanco que tenían en frente, el teatro nacional – “Mierda, se nos olvidó cargar mi móvil” – Continuaba diciendo mirando cómo tan sólo le quedaba un uno por ciento – “Déjame hacerle una foto al mapa con el mío” – Justo después de tomar la foto, el móvil de Tania expiró su último aliento – “Qué justo, lo mismo el hotel está por la calle de atrás”. Apuntaba Juan. Empezaron a caminar; una calle a la derecha, otra a la izquierda, media vuelta y de nuevo a la de la derecha, por aquí no, por allá… “Voy a entrar ahí a preguntar” – Dijo Juan. Al poco salieron con una vaga orientación dada por un par de hombres que no conocían el hotel. Volvieron al entramado de calles hasta que tuvieron que volver a preguntar, esta vez, a un hombre en una caseta de control de un parking que, a su vez, preguntó a una mujer que salía de su coche que, a su vez, preguntaba a otro hombre que iba a entrar al parking que, definitivamente llamó al hotel porque tampoco tenía ni idea de dónde estaba pero sí que era más resuelto que todos los anteriores. Tal y como dijera Iñigo Montoya que decía Vissinni en a película “La Princesa Prometida”, “si te pierdes, vuelve al principio” ellos tuvieron que volver al teatro nacional donde se encontrarían con la recepcionista del hotel que salió a su encuentro para llevarles directamente a su habitación.

“Me acaba de contestar Jesús, que al final va a pasar de China, él ya ha estado y pasa de tantos líos. También dice que ha encontrado a un grupo para ir con ellos a Karakorin haciendo dedo y que salen ya, que si eso nos vemos allí” – Informaba Juan a Tania sobre las nuevas que le llegaron al móvil – “¿Sabes qué te digo?” – Empezaba diciendo Tania – “Que vamos a pasar de estar pendientes de la embajada durante el fin de semana, vamos a hablar con Jin a ver si quiere que vayamos juntos al Parque Nacional de Terelji que está más cerca que Karkorin y así el lunes podemos estar otra vez aquí para ver qué hacemos con China”. A Juan le pareció una buena opción y se puso en contacto con Jin en seguida.

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Llegaron a la cafetería donde les esperaba el coreano tomándose algo, se unieron a él y vieron la mejor forma de llegar a Terelji. Él ya había mirado algo por si al final se iba sólo y encontró un lugar con un mix de culturas que parecía interesante; un campamento coreano de estilo nómada Mongol que les incluía el desayuno y la cena típicos coreanos. Les pareció buena idea y para ir haciendo boca, Jin les llevó a comer a un restaurante coreano. Porque otra cosa no encontrarían pero, restaurantes coreanos, en Ulan Bator, había a patadas. Disfrutaron los tres de la experiencia, se llenaron hasta arriba de comida y se despidieron para verse al día siguiente temprano en el popular centro comercial para hacer los preparativos para el fin de semana Coreano-Mongol que les esperaba.

1 comentario

  1. Yorei

    Hola chicos!! Qué interesante todo lo que voy leyendo, parece que la experiencia en Rusia ha sido algo agridulce, pero como ustedes bien dicen, todo forma parte del viaje.
    Seguiré muy atenta a la aventura en Mongolia y por supuesto a ver qué pasa con China…..

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