Capital de Rajasthan, a 420km al sur-oeste de New Delhi. Aún siendo también una ciudad importante no es ni la mitad de agobiante que Delhi, comparten cosas como el olor (que ya casi ni apreciamos…ni siquiera Tania), la chocante pobreza a los pies de un hotel de lujo, la suciedad por las calles, el caos al volante, pero la gente es un poco diferente, son más amables, agradables y los taxistas te llevan a donde les dices, como a la oficina de turismo REAL en donde un señor nos dio toda la información que necesitabamos sin tratar de vendernos nada.
Fuimos por las calles con la idea de “turistear” por ahí pero unos reflejos de colores llamó nuestra atención, unas tiendas tipo mercadillo con un sin fin de telas de colores y ornamentaciones típicas de estos parajes, nos sacó la vena consumista y en un plis plas aprendimos a regatear, y de qué manera.
Tras las compras, nos metimos a ver una especie de museo al aire libre en la que había distintos métodos de estudio del tiempo, de las estaciones y de las estrellas, allá por el siglo XVIII. Nicolás se encontró con unos argentinos que iban en visita guiada con un hindú que hablaba español, lástima que ya se iban, pero mientras Nicolás hablaba con sus paisanos nosotros le sacamos un poco de información al guía.
Le preguntamos donde podríamos hacer una ceremonia o ritual típico hindú, ya sabéis, la “peca” de color en la frente. Nos comentó que había dos tipos de “peca”; la que se hacen entre las cejas, que es simplemente por estética y la que es un poco más arriba, donde empieza el pelo, que es de tipo religioso. El mejor sitio para realizarlo es en una localidad cerca de Ajmer (la “J” se pronuncia «yi») un poco más al oeste que se llama Pushkar en un templo antiguo, Brahma (Dios creador del universo con cuatro caras que todo lo ve) que mandó construir ahí dicho templo, el único templo Brahma de todo el mundo, y la ceremonia se llama Bindi.
Acto seguido fuimos a pillar los billetes para Ajmer, ver a los encantadores de cobras que insistieron en que las tocara…pero no, comer un arroz que decían que no era picante pero JODER!!! que me pasó factura al día siguiente y Tania sufrió las consecuencias.
Por mucho que nos gustara Jaipur con su City Palace, su Pink City y sus miles de templos (das una patada a una piedra y salen mil, aunque aquí más bien se usa la expresión dar una patada a una mierda de vaca y salen mil…moscas), las ganas de ver el templo Brahma y formar parte de la ceremonia Bindi era mucho más fuerte, por lo que dos noches en Jaipur fueron más que suficientes.
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