Lunes por la mañana. El último día de boda empezaba con buen pie. Habíamos descansado estupendamente y mi estómago parecía estar mejor pero tampoco quería abusar de él, por lo que no iba a comer en abundancia. Como habíamos quedado a eso de las cuatro en la tienda de Shyam, aprovechamos la mañana para volver a Durbar Square y perdernos por las calles colindantes y ver cosas que no habíamos visto.
Shyam no se encontraba en la tienda cuando llegamos. En su lugar estaba su compañero de trabajo y amigo, Nepal, si exacto Nepal. Aunque ese es su “family name” o primer apellido. Un hombre muy simpático y con una cara muy agradable que nos dijo donde teníamos que encontrarnos con Shyam. Nepal acudiría más tarde con su familia.
Esta vez fuimos en una furgoneta larga o en un bus pequeño con la madre, hermanas y creo que primos y sobrinos de Shyam. Al llegar a la finca salió a recibirnos Franck, su madre y con muchísima mejor cara Tulasa (la llaman Tulsa), la mujer. Iba vestida con un sharee de color rojo como en todas las ceremonias, llevaba el pelo recogido en un moño muy bien hecho y por encima de las cejas llevaba una línea de pegatinas redondas y brillante típicas de Nepal.
Nos habían dicho que ese día vendrían más de cien personas y no fue una exageración. Entre la boda y aquella noche junté ochocientas fotos y el trabajo que me tocó después fue un tanto aburrido.
Me gustó el tener que estar atento para hacer fotos a los recién casados con todos los invitados que iban llegando. Los cuales les entregaban flores y un pañuelo color amarillo palo que colgaban de su cuello. Con toda la gente que vino creo que se van a montar una tienda de pañuelos y flores.
Cuando llegó Nepal nos presentó a su mujer y a su hija, nos habría presentado a su otro hijo pero este estaba estudiando en E.E.U.U.
Poco a poco siguieron llegando los invitados que conocíamos de los días anteriores y se alegraron mucho (y nosotros) de vernos por ahí de nuevo. De repente vimos tres raras invitadas que nos sorprendieron al rato con una actuación en la pista de baile. Resulta que da buena suerte que bailen en tu boda unos cuantos travestis, o “six-six” como nos explicó el hijo mayor de Shyam. Que por cierto, la lió parda, porque al chaval, diecisiete años, no se le ocurre mejor idea que emborracharse con un amigo a base de Chivas, coger el coche de su padre, sin haber conducido nunca, pasando lo que tenía que pasar…le abolló el parachoques. Menuda bronca se llevó.
Mientras disfrutábamos del espectáculo de las six-six y veíamos que el alcohol entre los invitados iba haciendo estragos, se nos acercó Nepal y familia para decirnos que era tradición newari que toda la familia cenara junta y que les gustaría mucho que cenáramos con ellos. Lo malo era que otra familia nos dijo lo mismo y como nos sabía mal decirles que no, porque para ellos es muy importante que aceptáramos, pues hicimos un esfuerzo y cenamos dos o tres veces. Menos mal que no iba a comer mucho.
La verdad es que lo pasamos muy bien y cuando llegó la despedida de los que no íbamos a ver más, todo fueron besos y abrazos deseándonos buen viaje y que volviéramos lo más pronto posible.
Llegamos a casa cansados y con el estómago lleno pero contentos de haber conocido a esta gente. Ya sólo nos quedaban cuatro días para irnos pero en esos cuatro, teníamos dos cenas ya programadas de despedidas…¡madre mía aún teníamos que comer más! Pero bueno eran las cenas de despedida de la familia de Shyam y la de Franck y compañía y por supuesto no nos las íbamos a perder.
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